Donald Trump se dio el gusto. Amenazó y tuvo que cumplir.
Bombardeó tres instalaciones subterráneas iraníes: Fordo, Natanz e Isfahán,donde se desarrollaba su programa nuclear
A Trump le gusta amenazar. Siempre con palabras simples. Siempre con adjetivos sencillos.
Tal persona o tal pueblo es buena gente. Otras personas pueden ser malas, llama “bully” a la república Islámica de Irán del medio oriente, y por eso aclara, vamos a causarle el mayor daño posible sin más especificaciones. Sencillo, de pocas palabras, porque tal vez no tenga más palabras en su mente que pueda pronunciar.
Es lo que le enseñó su vida empresarial. Amenazar con situaciones extremas como prometer el máximo castigo a su interlocutor o enemigo presunto, si no se cumplen sus condiciones. Y luego pactar, como si todo lo anterior no hubiese ocurrido.
Trump se jacta de este estilo de negociación. Es aquel que lo llevó a darle la mano al líder norcoreano para evitar que siga lanzando misiles por los cielos japoneses.
También generó un huracán económico por la suba generalizada de aranceles comerciales a todos los países del mundo. La guerra económica se avecina. China y Europa levantan también barreras como respuesta. Y luego, en el mismo tono, las negociaciones se extienden y las promesas de crisis se prorrogan. El único objetivo es, más que nada, la idea de sentarse a negociar, es decir, de redefinir las relaciones entre las partes.
Este estilo ya no causa sorpresa. Todo lo esperan. Y por lo tanto podemos pensar que carece de eficacia. Pero obligado a cumplir con alianzas sempiternas, Trump tuvo que respaldar al Estado de Israel y destruir toda posibilidad de que la República islámica de Irán alcance la bomba nuclear o bomba atómica gracias a la destrucción de estos búnkers subterráneos. El enemigo histórico de la paz, Benjamin Netanyahu le agradeció con todo su ser.
https://www.youtube.com/watch?v=nRHHoVm8bkM
También Trump cumple con los migrantes. Acelera los ritmos de deportaciones al punto de que le paga Bukele para que reciba a los presos venezolanos.
Lo más bizarro ocurrió con Canadá. Trump prometió transformar este país en el estado 51 de la Unión Americana. Resultado: hubo elecciones en Canadá y resultó ganador el candidato más soberanista y antitrumpista (del mismo partido que del vilipendiado Trudeau)
Irán se encuentra hoy lastimado y nadie tiene idea de cuáles pueden ser las consecuencias. Suponemos atentados terroristas por todo occidente. Los meses siguientes nos darán la razón o no.
Trump exige a todos los integrantes de la Organización del Tratado Atlántico Norte, que suban hasta el 5% de su presupuesto, el dinero público para ser destinado a las fuerzas armadas, para aumentar la seguridad.
Y algo más importante, Europa debe asumir su rol defensor en Ucrania. Estados Unidos se sale del conflicto y quiere negociaciones que den fin a las hostilidades. Por eso, Trump insiste en dialogar con Vladimir Putin. Esto deja a Europa encerrada en una obligación moral de socorrer a Ucrania cuando las posibilidades de restaurar las anteriores fronteras ucranianas ya son inverosímiles. En ese error, caen tanto el alemán Friedrich Merz y el español Pedro Sánchez cuando reciben a Zelensky.
Hostilidad de los latinos por las deportaciones. Hostilidad de los canadienses por agravios constantes a su soberanía. Hostilidad de los europeos y chinos por los aranceles crecientes. Hostilidad de los musulmanes por su máximo compromiso con la defensa israelí.
Todo este combo es denominado MAGA, Make América Great Again.
Pero lo concreto es que más que arreglar los asuntos los empeora más. Cuanto peor, mejor, piensa Trump, que puede obtener ventajas. Su estrategia puede funcionar en ocasiones. Pero un mundo enfervorizado y enfrentado, tal vez el todo o nada trumpista, pueda traer más consecuencias negativas que supuestas ganancias.