¿Te sentiste hinchada y agotada todo el tiempo? Tu sistema linfático podría estar pidiendo ayuda – Por Carolina Winograd, experta en bienestar

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Te despertarás con el cuerpo pesado y la sensación de estar hinchada. A lo largo del día, en lugar de mejorar, todo empeora: la ropa molesta, el rostro se ve distinto, la panza está tensa. Y el cansancio no cede. No es falta de sueño: es una fatiga que se siente en la cabeza, en los músculos, en la energía.

Intentás cambiar hábitos. Ajusta la alimentación, te mueves más, toma más agua, sumás suplementos que prometen soluciones. Pero nada termina de funcionar.

Pensás que tal vez es por la edad, por las hormonas, por el estrés.

Y sí, todo eso influye.

Pero hay algo más que podrías estar pasando por alto: tu sistema linfático. El sistema que no miramos (pero sostiene todo)

El sistema linfático es una red que recorre todo el cuerpo. transporta la linfa —un líquido transparente que recoge toxinas, grasas, proteínas y células muertas— y la lleva hacia los ganglios para ser filtrada.

Es el sistema de “limpieza profunda” del cuerpo. Y también uno de los más ignorados.

Cuando se estanca, todo se desregula : la inflamación aumenta, el metabolismo se enlentece, la digestión se vuelve pesada, la piel se ve apagada, nuestros huesos sufren y la mente se va nublando.

¿Por qué se bloquea?

Porque no se mueve solo. Una diferencia del corazón, que tarde por sí mismo, la linfa necesita que la ayudemos. ¿Y sabes qué la bloquea? El estrés , el cortisol sostenido , la respiración superficial , la falta de descanso , la rigidez postural o la mala postura … y ese hábito moderno de sostenerlo todo, todo el tiempo.

El cuerpo empieza a retener líquidos, a defenderse, a inflamarse. Y cuando quieras darte cuenta, estás en un círculo del que no podrás salir:

Te inflamás → te sentís peor → te exigís más → te estresás → y te volvés a inflamar.

Cómo salir del círculo

No hace falta nada raro ni inalcanzable. El sistema linfático responde al movimiento, al toque suave, al respiro, a la pausa. Y podés activarlo con algo tan simple como esto:

Práctica de 1 minuto para empezar a liberar tu linfa: 

  1. Cruzá tus manos a la altura de la clavícula. Apoyá tus dedos por debajo y encima de tus clavículas. 
  2. Haga presiones suaves, circulares. 
  3. Luego, con ambas manos, acariciá desde detrás de las orejas hacia el centro del pecho. 
  4. Inhalá en 2 tiempos por nariz, exhalá en 4 tiempos por la boca. 
  5. Repetí cinco veces. Y deja que tu cuerpo suelte lo que ya no necesita. A veces, solo falta eso: aflojar una compuerta. Dar espacio. Deja de retener.

No parece mucho. Pero lo es.

Porque la linfa responde a lo sutil. Y lo sutil, cuando es constante, transforma.

Porque cuando empezás a mover tu linfa, no solo bajás la exagerada. Recuperarás tu cara. Tu cintura. Tu energía. La piel se enciende. La digestion se alivia. Dormis mejor. Te sentís más liviana, más clara, más vos.