Cada 17 de octubre, el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza nos invita a reflexionar sobre un desafío que, lejos de resolverse, sigue afectando profundamente a las niñas, niños y adolescentes de nuestro país. Este año, la fecha llega con leves signos de mejora en los indicadores económicos, pero con una realidad que continúa siendo alarmante: casi la mitad de las infancias argentinas sigue creciendo en condiciones de pobreza.
Según los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), en el primer semestre de 2025 la pobreza alcanzó al 31,6% de la población, el valor más bajo desde fines de 2018. Sin embargo, entre los niños y niñas menores de 14 años, la cifra asciende al 45,4 %, y el 11,9 % vive en situación de indigencia. Estos datos muestran una leve mejora respecto al año anterior, pero revelan también la profundidad de una desigualdad que persiste y se transmite de generación en generación.
Más allá de las cifras, la pobreza infantil tiene consecuencias que trascienden los ingresos. Detrás de cada porcentaje hay una historia: chicos y chicas que no acceden a una alimentación adecuada, que asisten a escuelas sin recursos, que crecen en viviendas precarias o que deben asumir responsabilidades adultas demasiado pronto.
Esta realidad se agrava en los hogares más vulnerables: aquellos donde la falta de infraestructura, el limitado acceso a servicios básicos, la violencia y la exclusión social siguen afectando la vida cotidiana de miles de niñas, niños y adolescentes en todo el país.
Frente a este panorama, no alcanza con celebrar una baja estadística. Necesitamos políticas públicas sostenidas y con enfoque en derechos que conviertan los avances coyunturales en transformaciones duraderas. Es indispensable fortalecer la inversión social destinada a la infancia y acompañar a las familias para que puedan brindar cuidado, contención y oportunidades reales de desarrollo a sus hijos e hijas.
Desde Aldeas Infantiles SOS Argentina reafirmamos nuestro compromiso de trabajar por y para que las infancias crezcan de forma plena, en entornos protectores que aseguren sus derechos.
Erradicar la pobreza infantil requiere un compromiso colectivo: del Estado, de las organizaciones sociales, del sector privado y de toda la comunidad. Solo así podremos garantizar que cada niño y niña crezca rodeado de amor y oportunidades, y que la pobreza deje de ser una realidad con la que conviven tantas infancias.