La cosecha marca el momento más esperado del calendario vitivinícola: es el instante en que se recogen los frutos de un año entero de trabajo sobre la vid. Antes de llegar a este punto culminante, la planta atraviesa una serie de cuidados culturales que requieren precisión y esfuerzo humano: la poda, el atado, el desbrote, el riego, la protección frente a cambios climáticos y el control de plagas, entre otros.
Cuando se acerca la temporada, son los ingenieros agrónomos quienes definen el inicio de la cosecha en función de múltiples factores: el varietal, el rendimiento de la planta, la calidad de la uva y el destino enológico de cada partida. Esa decisión determina también la forma de levantar la producción: mientras que en los vinos de media y alta gama predomina la cosecha manual —con cuadrillas de trabajadores permanentes o temporarios, muchas veces provenientes del norte del país—, en el caso de los vinos a granel gana terreno la cosecha mecánica, que permite agilizar procesos y reducir costos laborales, aunque requiere de una fuerte inversión inicial por parte de las bodegas.
Este avance tecnológico no es exclusivo de la cosecha. Actividades como la poda y el riego también están atravesando procesos de mecanización que transforman la dinámica laboral en las viñas. Aunque todavía no sustituyen completamente al trabajo humano, las máquinas ya ocupan un lugar cada vez más central en tareas que, hasta hace pocos años, dependían casi exclusivamente de los trabajadores.
Tareas que se mecanizan
Si bien los trabajadores no son reemplazados de manera absoluta, la reducción progresiva de sus tareas deja menos margen para el empleo estacional, en especial en la antesala de la cosecha.
Resulta difícil establecer un número exacto por la volatilidad de la actividad, las grandes empresas suelen desvincular entre 20 y 30 trabajadores por año, debido a la incorporación de tecnología, y a la presión por aumentar la productividad debido a la baja rentabilidad del sector.
Los cambios por la tecnificación vitivinícola ya impactan en varias áreas, y plantean grandes desafíos:
- La falta de estadísticas y la alarma gremial
La inexistencia de registros oficiales sobre los despidos complica el diagnóstico: es muy difícil llevar una estadística por la multiplicidad de formas en que se producen las desvinculaciones, ya sea despidos directos o los llamados ‘despidos indirectos’, como acuerdos para forzar la renuncia.
A esto se suma la mutación constante de las razones sociales de las empresas, sobre todo de las prestadoras de servicios, lo que dificulta aún más el seguimiento.
- Impacto en las comunidades
Por ahora, los empleados permanentes de las bodegas no muestran grandes cambios, pero la situación es distinta para los temporarios. La llegada de cuadrillas desde provincias del norte suele implicar precarización y falta de condiciones laborales básicas, generando tensiones sociales en las comunidades vitivinícolas.
Además, la cosecha es una instancia clave para el ingreso de los trabajadores: la posibilidad de obtener una remuneración extra que compense los bajos salarios del resto del año. Con la mecanización, este ingreso adicional se ve cada vez más comprometido.
- Un futuro incierto sin capacitación
Las proyecciones no son alentadoras: si el ritmo de tecnificación se mantiene, los trabajadores de más de 40 años corren el riesgo de quedar fuera del sistema. Los jóvenes que manejan herramientas digitales y nuevas tendencias como la inteligencia artificial tienen más oportunidades. Si no capacitamos a los trabajadores actuales, vamos hacia una ola de despidos.
¿Equilibrio posible?
La salida no está en frenar la innovación, sino en lograr un equilibrio que preserve las fuentes de empleo: “sí, es posible encontrar un equilibrio entre innovación tecnológica y preservación del empleo. Para eso necesitamos políticas claras de capacitación y compromiso de las empresas para que los trabajadores puedan aggiornarse a la nueva realidad”, argumenta Romero, quienes desde la Federación avanzan en la creación de un instituto de capacitación conjunta con el sector empresarial, con el objetivo de que los trabajadores se actualicen y no queden marginados.