«El choque entre las civilizaciones dominará la política a escala mundial; las líneas divisorias entre las civilizaciones serán los frentes de batalla del futuro». (Samuel Huntington 1996)
Hace un par de días, en un chat de los muchos que proliferan desde la barbarie del 7 de octubre, un participante comentó que le gustaría saber más sobre la historia de Israel, enseguida dice querer entender como el sionismo “cae” en la zona a partir del 48.
La verdad es que me tomó por sorpresa, obviamente me crié leyendo acerca del sionismo, milité en sus filas, mi familia vive en Israel y al especializarme en política internacional hice lo que nunca se debe hacer: dar por sentado ciertas cuestiones.
Como docente, inicié el segundo paso, tratar con todo el respeto del caso, ayudar a quien emitió ese comentario a recorrer varias fuentes bibliográficas que permiten dilucidar la conexión del sionismo anterior al ´48.
La culpa no es de quién emite el enunciado, y como se dice un gran poder conlleva una gran responsabilidad y esa responsabilidad es el de dar claridad en un mundo lleno de sombras y de sobreinformación mal intencionada
Viendo los recientes acontecimientos post 7 de octubre en Europa, Estados Unidos y en América Latina, también está mucho más presente y vigoroso, lo dicho por Herzl en el primer congreso de Basilea en agosto de 1897: “No hay lugar en el mundo donde los judíos se asienten más rápidamente que en su patria histórica”.
Post 7 octubre, ¿le pedimos disculpas a Huntington? Reviviendo el choque de civilizaciones.
Una civilización es a su vez una entidad cultural: contiene valores, normas, instituciones, y formas de pensamiento que se transmiten de generación en generación, los elementos comunes a éstas son: política, religión, lengua, forma de vida, siendo la religión el más importante, ya que es el que ha regido a grandes civilizaciones y muchos pueblos a lo largo de la historia. A su vez, las principales religiones han formado parte de grandes civilizaciones y éstas han regido su forma de obrar.
El concepto de civilización abarca a su vez una totalidad. Ya que, dentro de éste, podemos encontrar diferentes culturas, globaliza sin ser englobada.
En 1996 Huntington escribe que Occidente se encontrará más y más enfrentado con las civilizaciones no occidentales que rechazarán frontalmente sus más genuinos ideales y valores.
El nuevo orden mundial basado en las civilizaciones condicionará según él las relaciones entre los actores internacionales. Los que comparten afinidades culturales tenderán a una mayor cooperación; por el contrario, la cooperación entre sociedades de civilizaciones distintas será más turbulenta, el conflicto se suscita por las pretensiones universalistas de occidente frente, principalmente a China y la comunidad musulmana.
Las guerras, a juicio de Huntington, tendrán lugar principalmente en las líneas de fractura (líneas de división) de las civilizaciones, dirá que “estamos asistiendo al final de una era de progreso” dominada por las ideologías occidentales.
No se trata de religiones, se trata de movimientos que las utilizan para replicar su credo y lógica anti libertaria, anti derechos civiles, políticos y económicos con la idea de reeditar y sumergirnos a todos a momentos oscuros de la historia universal.
El movimiento woke, algunos líderes de Europa y algunas organizaciones internacionales no sólo debilitan a quienes luchamos protegiendo los valores de Occidente (sin importar nuestro credo) sino que además no comprenden que así no se dirimen las injusticias, sino que las generan y ponen en peligro los derechos y libertades conseguidas durante siglos.
Las diferencias, los debates y la Hutzpa son pilares fundamentales de nuestro acervo cultural, que nos hizo sobrevivir siglos como un pueblo unido a pesar de nuestras diferencias y gracias a ellas. Es lo que llevó a convertir a Israel en el milagro que es hoy en día.
Vivir en la diáspora es convivir con aquellos que nos recuerdan de forma negativa nuestro “judaísmo” y nuestra unión con Israel, ante ello, la Hasbará y la identidad son grandes aliados. Siempre y en todo lugar (analógico y en la red) reafirmo mi condición de sionista y judío con mucho orgullo, defiendo a nuestro pueblo y Estado, nuestro compromiso no puede descansar, debe ser cotidiano, nuestros hermanos y hermanas en el frente no se merecen menos que esto.
No dejo de pensar que siempre sentí como judío y como sionista que se me pide más, pero desde la Biblia hasta la actualidad también hacemos lo propio con nuestros líderes y con nuestros afectos, también es parte de nuestra idiosincrasia, hoy no me detengo en aquellos que no pueden mejorar, aquellos que no comprenden el contexto, no se protegen y no protegen a sus hermanos.
Me detengo en nosotros, en el pueblo de Israel, en nuestra defensa, en nuestra unión, nuestro presente y futuro.
Avanzo cuando educo a mis hijos en los valores presentes en el judaísmo y en el amor a nuestro pueblo y nuestra nación. Eso me da tranquilidad.
Desde la diáspora les digo un fantasma recorre el mundo, emancipadores del mundo uníos.