En el Mes de la Salud Mental, me parece importante volver sobre un tema que atraviesa cada cierre de ciclo: la elección vocacional. Octubre suele traer exámenes, balances y la presión —a veces silenciosa, a veces explícita— de “decidir para siempre”. En consultorio, en escuelas y en casa, se repite la escena: adolescentes que sienten que cualquier paso en falso puede marcar su destino, familias que buscan certezas, docentes que intentan acompañar con los tiempos que tienen.
La lente sistémica: integrar piezas antes de decidir
Esta mirada invita a hacerse preguntas distintas:
- ¿Qué te enciende y qué te apaga? (emociones, intereses, energía)
- ¿Qué te sale naturalmente bien y cómo lo aprendiste? (habilidades, aprendizajes formales e informales)
- ¿Qué influencias te rodean? (familia, escuela, contexto, mandatos)
- ¿Qué necesitás para sostener la elección sin agotarte? (tiempo, recursos, bienestar emocional)
Cuando esas variables se integran, la elección deja de ser un salto al vacío y se transforma en una construcción consciente de dirección.
El Llamadón©: una brújula interna
Desde esa lógica nació el concepto de Llamadón©, la unión entre llama (eso que te entusiasma, tu motor interno) y don (habilidades que ya tenés o podés desarrollar). No es un test ni una fórmula mágica, sino una brújula para orientar pasos concretos cuando el mapa —notas, rankings, expectativas— no alcanza.
La pregunta ya no es “¿qué conviene?”, sino “¿dónde puedo poner mi llama y mi don al servicio de algo real y sostenible?”.
Cuando la brújula se desajusta
Algunas señales muestran que la dirección se perdió:
- Procrastinás lo importante y dedicás energía a lo accesorio.
- Elegís por miedo al error o al qué dirán, más que por sentido.
- Acumulás cursos o rendís sin claridad de rumbo.
- Decidís por “seguridad económica” ignorando motivación o contexto.
Herramientas para encender dirección
- Inventario de micro-orgullos (15’). Anotá diez momentos del último año en los que pensaste “esto me salió bien”. Al lado de cada uno, registrá qué hiciste (don) y qué te encendió (llama). Al releerlos, vas a notar patrones que revelan tus fuentes genuinas de energía y aprendizaje.
- Mapa de apoyos. Dibujá tres círculos: personas, espacios y recursos que te sostienen hoy. No se elige solo: identificar esas redes reduce ansiedad y amplía opciones.
- Bitácora de dirección. Durante una semana, anotá qué actividades te cargan o te descargan energía. Es un ejercicio sencillo que muestra más que cualquier test.
Familias y escuelas: del apuro al acompañamiento
La presión por “definir ya” aumenta la ansiedad y achica la exploración. En cambio, acompañar sin apurar genera mejores decisiones.
- Pasar del “¿qué vas a ser?” al “¿qué vas a hacer y por dónde querés empezar?” ayuda a pensar la vocación como camino, no como sentencia.
- Escuchar procesos en lugar de medir rendimientos habilita la duda, que es parte del aprendizaje.
- Acordar señales de avance —entregas, hábitos, pequeñas metas— brinda sostén y evita discusiones circulares.
Acompañar no es imponer, es habilitar el tiempo y el espacio necesarios para que emerja la dirección. Y eso también es cuidar la salud mental.
De la práctica a la sistematización
Elegir con sentido no es elegir sin miedo. Es aprender a reconocer qué parte de vos quiere moverse, qué recursos tenés para sostenerlo y qué entornos te ayudan a crecer. En tiempos inciertos, esa brújula interna —ese Llamadón©— puede ser el punto de partida más seguro.