“Yo sé que hay mucha gente que está lisiada y que es feliz, pero yo no”, afirma Clara postrada en la cama de un hospital. Ella es ni más ni menos que el personaje de Silvia Kutika, la protagonista de “Al fin y al cabo es mi vida”, la obra dirigida por Mariano Dossena que acaba de estrenarse en el Teatro Metropolitan.
Clara, es una escultora renombrada y por culpa de un accidente automovilístico queda cuadripléjica y en vez de aferrarse a la vida -como indican “manuales éticos”- decide pedir que la dejen abandonar el hospital. Por lo pronto, a su casa, y que la medicina no la atienda más.
Sin embargo, el profesional médico que la atiende (Fabio Aste), está decidido a preservar su vida independientemente de su calidad, movido por el juramento hipocrático (compromiso ético) y hasta por intereses económicos de la institución hospitalaria. Entonces Clara invoca a la ley, nombra a una abogada (Mirta Wons) que se una rápidamente a la batalla, para determinar si su vida es realmente suya.
A partir de allí, se desata un intenso conflicto legal, ético y moral para determinar si Clara tiene derecho a decidir sobre su propio destino, interpretado en forma excelsa por la esposa de Luis Luque.
Luego de la intervención de un juez (Jorge Almada), que se apersona hasta el hospital, por la imposibilidad de la denunciante, decide finalmente cumplir con la voluntad de la paciente.
Un poderoso texto escrito en 1980 por el británico Brian Clark y reescrita en 2005 en versión femenina para la interpretase en Londres, la actriz Kim Cattrall (la Samantha Jones de “Sex and the City”), que se refiere a la elección de cómo y hasta cuando vivir. ¿Qué significa la vida y hasta cuándo es posible llevarla adelante con dignidad? ¿Existe una ética y una moral que nos atraviese a todos de la misma manera
“Al fin y al cabo es mi vida”, es una obra súper recomendable
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