“La idea es vinificar nosotros. Originalmente pensábamos mandar la uva a Mendoza, pero la provincia no permite el ingreso de la fruta, sólo de mosto. Así que planeamos hacer una micro bodega para vinificar directamente en el campo, que cuide muy bien la tecnología, la temperatura en el momento de fermentación, y trabajar con los mejores productos que consigamos. En principio la idea es armar una estructura básica, que vaya creciendo en la medida que crezca la producción.”, aseguró.
El proyecto estaría andando a pleno en cuatro o cinco años, cuando esperan alcanzar una producción de 20.000 botellas de vino al año. No obstante, se trata de una iniciativa de largo plazo, que podría extenderse a lo largo de varias décadas e incorporar a las próximas generaciones de la familia, y que incluso puedan sumar a la actividad otros emprendimientos, como el turismo, la gastronomía y la hotelería.
“Esa es una de las cosas que nos motivaban y nos plantea un horizonte diferente, porque con los cultivos de trigo, girasol, maíz, soja o maní, sólo debemos esperar seis meses desde que sembramos hasta que cosechamos. En cambio, el proyecto de los viñedos nos obliga a pensar de un modo completamente distinto, de aquí a cinco décadas”.
Ser pioneros en una zona que no tiene experiencia en la producción vitivinícola representa varios desafíos por delante. “Asumimos que nuestros costos no son los mismos que en Mendoza y tenemos que encontrar la vuelta para ver cómo lo manejamos, pero la idea es tratar de hacerlo con gente de la zona e ir capacitándola. Hoy nosotros nos estamos encargando del manejo diario, por ejemplo, podamos, controlamos hormigas y pulverizamos. Sabemos que vamos a tener que curar preventivamente –por el tema de enfermedades– más seguido que en Mendoza, La Rioja o San Juan, porque acá llueve mucho más. Cuando tengamos las tres hectáreas en producción, seguramente podremos cosechar sólo algunas cepas, pero cuando queramos cosechar más superficie, vamos a necesitar apoyo extra”, sostuvo.